19 mayo, 2009

A Mario Benedetti

[18-05-09][Bogotá]

Mario estaba enamorado de la vida,
aún cuando sus palabras dejaban una duda
de su sentido, de su misión y de su certeza.

Amaba a su esposa con la misma intensidad
con la que dejaba cuenta del error de los poderes
y las omisiones de su pueblo.

Sus líneas decían 'rechazo',
pero decían 'no me doblego'.
Sus versos entreabrían los ojos de niño,
los labios de amante,
las manos de obrero,
la conciencia de los hechos y de los sueños.

Inventaba palabras que decían
más que las palabras simples,
podía romper un verso
por el solo gusto de decir algo más,
podía guardarse una palabra
por el solo gusto de dejarnos descubrirla.

Nos dejó toda su vida en sus palabras,
el amor inocente que alguna vez calló
la euforia de un beso en medio de la noche,
su angustia por los hijos que ya somos,
su panfleto en favor de los que ponen su espalda,
su entusiasta labor por el amor que saboreaba,
su lúcida visión del tiempo y los recuerdos,
su sosegada intuición de la vejez y del final.

Benedetti desmuere cada vez que un verso suyo
lo apropiamos como nuestro
para decirle a la vida que aquí estamos,
la juventud que quiso guiar con sus consejos,
la juventud que crece y ama leyéndolo,
los hombres que seremos
y empuñaremos la palabra
como voz y como fuego entre
las manos.

JohnAB
© Todos los derechos reservados

24 abril, 2009

Hecho(s) de palabra(s)

[29-08-07][Bogotá]

Reino creado de la mano
bajo la voz no dictada de sus ecos,
con jerarquías pero no con súbditos,
con edades pero no vejez,
con estilos y a la vez sin ataduras,
con maestros, no con dioses,
con detractores y enemigos
como todo imperio incontenible.

Nace de la mano en cada signo proferido de valor
no por su forma ni sonido
sino por ese orden inmaterial
que ilumina su intención,
le da la fuerza para tener vida propia
y alguna veces para no morir en el papel
o en el recuerdo.

Causa o consecuencia,
designio o azar,
don o milagro,
la única certeza es que una mañana
el hombre quiso escribir lo que su mente le decía
o tal vez desde entonces ambicionó
ser inmortal de alguna forma
como el justo dios que en si emergía.

Y el mundo ahora era suyo
para detener el tiempo en una novela,
iniciar el cambio en un panfleto,
repensar la vida en un poema,
declarar el amor en una carta,
imponer el orden en una ecuación,
enaltecer el valor en un himno,
darle ritmo a los sentidos en una canción,
darle alma a un instrumento en una partitura,
y dormir el espíritu en un cuento de hadas.

Es la palabra el escalón
que nos separó del reino animal
y nos dio uno propio.

JohnAB
© Todos los derechos reservados